Con dolor, lo despedimos este pasado abril del año en curso, dejando como parte de su legado, tres instituciones culturales de gran importancia para la Florida.
Tras su fallecimiento, lo sustituyó Eriberto Jiménez, quien trabajó junto a Pedro Pablo durante treinta años y nos sorprendió gratamente al llevar a cabo y con éxito las múltiples actividades que desarrolló en este pasado Festival, en fechas desde el 28 de julio al 19 de agosto del año en curso.
Quiero destacar que para la Danza dominicana, es de alta relevancia la presencia del Ballet Nacional Dominicano, bajo la acertada dirección de Armando González.
La compañía fue responsable de abrir las dos funciones, en el Fillmore Miami Beach y en el Miami-Dade County Auditorium, siendo ambas galas las más importantes de la agenda. Además, tuvieron el honor y el compromiso de cerrar este XXIII Festival.
La pieza seleccionada por el Ballet Nacional Dominicano de su repertorio, llevada a escena se titula ¨La Llamada¨, bajo la coreografía de Pablo Pérez. A mi parecer, fue una buena selección. Ubicada a principios del siglo pasado, incorpora elementos escenográficos con precisa justificación.
En parte para su creación junto con el lenguaje técnico del ballet y el uso de movimientos percutidos, a veces, y suaves y ligados otras.
Siempre con movimientos contenidos o desbordantes que van narrando el tema eterno de las ansias y pasiones que las reglas sociales no permiten aflorar. Pablo logró resolver perfectamente la dramaturgia y así el público pudo ¨leer¨y disfrutar de la pieza, muy bien defendida por los bailarines: Alba López, María Emilia García, Yuleidi Pérez, Joel Rodríguez y Alexander Duval que con ejecuciones limpias y muy bien interpretadas, lograron la convicción del público. El resultado, muchos aplausos y gratos comentarios. ¡Bravo República Dominicana!