

Redacción
Familia, violencia políticos y sociedad
La violencia que afecta a las familias dominicanas, como consecuencia de la descomposición y desintegración de la sociedad, se torna cada día más preocupante, situación que amerita de la aplicación de programas para rescatar, fortalecer y preservar la integridad en el núcleo familiar.
Amor, tolerancia, compresión, confianza y abnegación se convierten en la savia que alimentan a las familias con virtudes que se convierten en corazas contra odio, egoísmo e intriga.
¡Qué se preserve, pues, la pureza de la familia!
A diario se reportan acciones violentas ejecutadas por hombres desaprensivos, las cuales se expresan con agresiones físicas y psicológicas, actitudes que influyen en el incremento de los feminicidios.
Preocupan y consternan los asesinatos horrendos perpetrados contra mujeres, debido a que los autores de los mismos se comportan como salvajes que no respetan el derecho a la vida; también se maltratan y violan a niños y niñas, lo que evidencia que la violencia dentro de la familia perjudica a todos los miembros de la célula familiar.
Crisis económica, conflictos internos, autoestima baja, falta de educación, consumo de drogas y frustraciones son factores que inciden en los exabruptos en que incurren los hombres que deciden matar a novias, esposas, exparejas e hijos.
La problemática centra la atención del arzobispo metropolitano de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, quien aclama al Gobierno para que emprenda proyectos por el fortalecimiento de las familias, a fin de garantizar una convivencia en armonía, fe y amor.
Asimismo, es preciso que los políticos que luchan por el poder analicen los problemas sociales y económicos que perjudican a la familia y adquieran conciencia de la importancia de definir programas en busca del sosiego y la fortaleza espiritual en el ámbito familiar, ya que es determinante en procura de contrarrestar la violencia.
Orientar a la población, propiciar una comunicación eficaz, ofrecer asistencia profesional, sustituir el autoritarismo por la sensibilidad y el consenso, practicar la solidaridad y sustentar la crianza en valores morales, representan armas fundamentales para erradicar la violencia intrafamiliar.
Hay que salvar a la familia y eso se puede lograr, si en cada hogar prevalece la sentencia de Benjamín Franklin que reza: “La paz y la armonía constituyen la mayor riqueza de la familia”.
En la familia comienza la vida y se construye el amor que nunca muere, por eso, es pertinente comprender e interpretar ese proceso para concienciar al ser humano en aras de amar y ser amado, cuyo comportamiento es esencial para vivir a plenitud.
Como muy bien expone monseñor Ozoria: “La familia es hoy una prioridad de la iglesia y debe ser la prioridad de toda la sociedad, porque sin familias no tendremos nación, ni justicia, ni gobierno, ni organización, ni sociedad”.
La familia necesita tranquilidad; eso se alcanza con fe, sentimientos nobles, principios éticos, honestidad, justicia social, equidad, igualdad y con respuestas satisfactorias a las necesidades materiales y espirituales.
El equilibrio entre el hombre y la sociedad está en la familia, entonces, es un desafío luchar por una familia unida en valores, porque es vital para la paz y la felicidad.
¡Qué se preserve, pues, la pureza de la familia!
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